INSTITUCIONES EDUCATIVAS PARA EL TRABAJO Y DESARROLLO HUMANO DE SAN VICENTE DEL CAGUÁN CAQUETÁ Y SU PARTICIPACIÓN EN EL POSTCONFLICTO

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2015

INSTITUCIONES EDUCATIVAS PARA EL TRABAJO Y DESARROLLO HUMANO DE SAN VICENTE DEL CAGUÁN CAQUETÁ Y SU PARTICIPACIÓN EN EL POSTCONFLICTO

Wilber Ortiz Navarrete[1]

Libro: Perspectiva de transformación social en la educación y la empresa  ISBN 978-958-52030-7-5

Colección Investigación en Educación, Empresa y Sociedad.

Editorial EIDEC

Fecha: 2019-08-30

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Cómo citar: Ortiz Navarrete Wilber (2019).Instituciones educativas para el trabajo y desarrollo humano de San Vicente del Caguán Caquetá y su participación en el postconflicto. Perspectiva de Transformación Social en la
Educación y la Empresa. Colección de Investigación en Educación, Empresa y Sociedad, Editorial EIDEC. Recuperado de https://www.editorialeidec.com/product/libro-perspectiva-de-transformacion-social-en-la-educacion-y-la-empresa/

RESUMEN

El postconflicto trae consigo un sin número de situaciones que vale la pena ser analizados para incidir significativamente en él. Razón por la cual la dimensión educativa está sumergida como uno de los principales referentes que dinamizan la consolidación del mismo buscando dignificar los niveles de sociedad actual. A su vez la formación para el trabajo y desarrollo humano transciende en esta dimensión en la responsabilidad y corresponsabilidad de formar en competencias integrales que le permita satisfacer a las personas desempeños que aseguran inserción y estabilidad en el campo laboral siendo más consecuentes frente a las realidades de productividad, competividad e innovación para enfrentar las exigencias de la economía global y generar desarrollo nacional. En este sentido, el presente artículo está estructurado en tres momentos: el primero de ellos fundamentando en el reconocimientos de competencias laborales desde la perspectiva educativa, luego se da importancia al papel de las instituciones educativas para el trabajo y desarrollo humano de San Vicente del Caguán en proyección al postconflicto y finalmente dar razón elemental al papel que juega el docente para enfrentar los retos frente a las actuales tendencias sociales de la región en la atención y formación para la inclusión de víctimas y victimarios del conflicto armado generando aportes significativos para formar desde acciones que fundamenten la reconstrucción del tejido social y favorecer el enfoque territorial.

ABSTRACT

The post-conflict brings with it a number of situations that are worth analyzing to significantly influence it. Reason why, the educational dimension is submerged as one of the main references that boost its consolidation seeking to dignify the levels of current society. At the same time, training for work and human development transcends in this dimension in the responsibility and co-responsibility of training in integral competences that allow it to satisfy people with performances that ensure insertion and stability in the labor field, being more consistent with productivity, competitiveness and innovation realities to meet the demands of the global economy and generate national development. In this sense, this article is structured in three moments: the first one based on the recognition of labor competencies from the educational perspective, then importance is given to the role of educational institutions for work and human development in San Vicente del Caguán in projection to the post-conflict and finally give elementary reason to the role that the teacher plays to face the challenges facing the current social trends of the region in the care and training for the inclusion of victims and perpetrators of the armed conflict generating significant contributions to form from actions that support the reconstruction of the social fabric and favor the territorial approach.

PALABRAS CLAVES: Postconflicto, competencias laborales, formación para el trabajo, e inclusión.

KEY WORDS: Post-conflict, job skills, job training, and inclusion.

INTRODUCCIÓN

El reconocimiento social y laboral en la fundamentación de competencias laborales generales se constituye en un base sobre la cual todo toda persona aspira para mejorar su calidad de vida. Desde lo social le permita saber convivir e interactuar con los demás y el entorno que lo rodea a través de valores personales e interpersonales; y desde lo laboral desempeñarse con idoneidad en el arte u oficio para el cual se ha preparado. En este sentido, el aprendizaje que se imparte en la formación debe situarse en todos aquellos aspectos necesarios para la actividad laboral buscando en la persona eficiencia y eficacia en cada uno de sus desempeños.

Según García, Deco, Bender y Collazos (2017), la clasificación de competencias, desde la perspectiva de varios autores esta precisada en:

“Competencias básicas, generales y específicas. La primera asociada a conocimientos, destrezas y actitudes fundamentales adquiridas en la educación general-competencias comunicativas, matemáticas, científicas, tecnológicas, ciudadanas, entre otras-; las generales relacionadas con os comportamientos y actitudes laborales propios de diferentes ámbitos de producción para responder a las demandas de un mundo cambiante, y finalmente las específicas como aquellas vinculadas directamente a una ocupación” (p.4)

Por consiguiente, la complejidad de estas competencias está determinada en su clasificación, en donde uno de los principales inconvenientes de las instituciones formadoras para el trabajo y desarrollo humano se centra en la participación y desarrollo de una parte de ellas. Por tanto, aquí radica su importancia en la efectividad de la formación del capital humano, un aprendizaje que cimente una dimensión integral de lo que una persona requiere para demostrar acciones en su capacidad de ser, saber hacer y convivir, definidos en múltiples contextos de la vida laboral.

En tal sentido, para Peña, Pérez, Morales y Alvares (2017) sostienen:

“En un diseño curricular basado en competencias, las clasificaciones obtenidas en las asignaturas que se imparten funcionan como criterios de medida para la evaluación de la formación de las competencias en los estudiantes y su futuro desempeño. De modo que resulta de importancia vital para el perfeccionamiento continuo de la enseñanza” (p.3)

Es por ello, que la objetividad del diseño curricular de los programas de formación laboral y su funcionalidad pedagógica deben ser consecuentes con las realidades contextuales de política de empleo y la dimensión integral de las persona, que no solo recae en la organización y síntesis de contenidos a impartir, sino también en la formación de valores -personales, sociales, culturales, políticos y espirituales-y habilidades para el trabajo en equipo, la creatividad, iniciativa, entre otras de igual importancia dentro de las competencias y que sin lugar a dudas favorecerán a futuro un alto nivel de desempeño dentro de las organizaciones.

Competencias laborales

Las competencias laborales, tienen su importancia como complemento en el desarrollo de los desempeños esperados del futuro trabajador quien ha adquirido habilidades y destrezas en una disciplina especifica que le permitirá vincularse laboralmente según requerimientos exigidos por una empresa.

Motivo por el cual, Fando, Renta, Jiménez y González (2017) desde lo pedagógico, las competencias laborales como formación en alternancia tienen la finalidad de acercar a los estudiantes a la realidad profesional, que les permitan –ensayar- y -poner a prueba- los saberes y las habilidades adquiridos durante la formación (p. 6), lo que se deduce como el imperativo que favorecerá la consolidación de ambientes laborales desde el conocimiento de las múltiples situaciones de relaciones sociales y perspectivas empresariales que se requieren en un trabajador, que facilita la cualificación de los desempeños.

Según, Salas, Díaz y Pérez (2014) sostienen que:

“La pericia no es más que la preparación técnico-profesional alcanzada en sus diferentes procesos formativos, a la que se añade la experiencia acumulada en el ejercicio de sus funciones y en su capacitación permanente. Abarca la eficacia de las decisiones técnicas que adoptan, la habilidad y destreza en la ejecución de los procedimientos y tareas, así como el manejo de las relaciones interpersonales” (p.53).

Lo anterior, conduce a la comprensión de las competencias laborales como un conjunto de aprendizajes que además de los conocimientos específicos según programa de elección, son importantes para el óptimo desempeño laboral en el crecimiento como persona, mantener las relaciones interpersonales, alcanzar proyectos comunes, ser efectivos y eficientes en las funciones que se asignan generando cambios significativos frente a las perspectivas empresariales propias o las de la empresa en la cual se está vinculado laboralmente.

Las competencias laborales, suponen cultivar cualidades y destrezas humanas para adquirir  capacidad de establecer y mantener relaciones sociales entre las personas, por eso hay que entenderla en la formación más que una habilidad, debe ser el dominio de procesos y métodos para aprender de la práctica, de la experiencia y la intersubjetividad. En efecto, Ballesteros Rodríguez (2008; citado por Fando, Renta, Jiménez y González (2017) el factor de coherencia entre la formación realizada en el centro educativo y la labor desarrollada en la empresa, es la clave para el funcionamiento óptimo de unas prácticas que fomenten el desarrollo y la adquisición de competencias profesionales (p. 6), lo que se constituye a modo de ejemplo que características individuales como la creatividad, la iniciativa y la voluntad de asumir responsabilidades, se han hecho condiciones importantes para el acceso al mundo laboral.

Como dice, Salas, Díaz y Pérez, (2014) para que un profesional tenga un buen desempeño laboral requiere ser competente; pero el hecho de ser competente, por sí mismo, no garantiza siempre un buen desempeño profesional, ya que va a depender de las condiciones laborales y personales existentes ( p.54), es decir que estas limitaciones laborales y personales, están ligadas al desarrollo del perfil ocupacional de la persona, que debe ser integral en su capacidad de correspondencia de los desempeños laborales respondiendo satisfactoriamente a competencias metodológicas, técnicas, sociales e individuales, en el que se valora a la persona en cuanto a su respuesta en: que sabe hacer, cuanto sabe, porque lo sabe, como lo aplica y cómo se comporta en su puesto de trabajo.

La tarea de las instituciones educativas para el trabajo y desarrollo humano, juegan un papel importante en la consolidación de generar estrategias para el desarrollo de las competencias laborales en los procesos formativos. Para, Callejas, Carballo, Lujan y Callejas (2017), se requiere concebir elevados niveles de integración de los contenidos del currículum, mediante diferentes competencias profesionales en la formación del graduado, estructurándose los mismos sobre la base de problemas reales de la práctica social actual. (p.3). Es decir que la formación en competencias laborales, se debe incorporar en el diseño del currículo, no solo en el escenario de aplicación en la práctica de conocimientos, si no que esta práctica se haga basad en las necesidades  de la región y de las empresas que se encuentran en la misma.

El mundo empresarial es dinámico y los cambios son constantes, debido a la globalización de los mercados, exige a las instituciones educativas formales e informales de formación técnica flexibilizar en sus planes curriculares actualizaciones de acuerdo a los cambios del entorno económico, las nuevas necesidades del país y del mercado laboral. En tal sentido, Salas, Díaz y Pérez (2014) las competencias no son patrimonio de un puesto de trabajo, sino que son atributos del trabajador e incorporan elementos individuales y sociales. Por ello, una práctica laboral efectiva requiere de un enfoque de competencia- relaciones entre aprendizaje y trabajo- (p.55), relaciones que se dinamizan desde el desarrollo de competencias por ejemplo como el liderazgo, la toma de decisiones, trabajo en equipo, entre otras, necesarias para interactuar en entornos laborales.

Las empresas han comprendido la necesidad de prevalecer en el mercado generando ventajas competitivas. Las estrategias empresariales hacia el mejoramiento de la competitividad han creado elementos de diferenciación a partir de la estructura organizacional y de la incorporación de elementos que antes solo eran parte de su entorno. En mención, Sandoval y Pernalete (2014) Prever las acciones de desarrollo inherentes con la formación del talento humano, procuran el avance de las personas y de los equipos a través de la estructura del perfil de cargo y la conformación de los mejores equipos de trabajo que aseguren el aprovechamiento de la competencia en la organización(p.27) de aquí la importancia de que las empresas creen estructuras en las que los más importante no siempre es lo físico y financiero, si no otros de naturaleza intangible, como el conocimiento, la formación, la capacidad de innovación, el manejo del mercado, los sistemas de motivación, entre otras competencias que evidencian el desempeño de los trabajadores.

Por otro lado García y Ortiz  (2016), formación de competencias laborales no solo se ve desde la transformación que experimenta el estudiante en la adquisición de conocimientos y habilidades sino que logre una transformación trascendental para resolver los problemas de su profesión con enfoques innovadores y creativos (p.5). Desde esta perspectiva se requiere de procesos en la enseñanza y el aprendizaje que permitan el desarrollo de competencias que combinen los conocimientos, la experiencia y la actitud o motivación en las personas para interactuar efectivamente con sus demás compañeros de trabajo y con la empresa en general estando dentro y fuera de la misma, alcanzando desempeños exitosos.

Por consiguiente, Cuevas y Ibarrola (2015) manifiestan que:

“Las implicaciones para el aprendizaje en los medios laborales, en función de las condiciones favorables que se pueden presentar en términos de recursos, mediaciones, niveles de sistematización del conocimiento y estrategias organizativas orientadas al crecimiento individual y grupal, van desde la incorporación constante de oportunidades para construir nuevos saberes de carácter procedimental y actitudinal hasta la apertura de espacios para la innovación y el análisis reflexivo en torno a posibles mejoras de los propios procesos productivos”(p.10).

Para desempeñar una ocupación ya no basta con adquirir los conocimientos técnicos y teóricos, también es necesario tener una serie de conocimientos transversales, destrezas y aptitudes que pueden aplicarse a otros empleos y empresas y que permitan resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible. Todo ello lleva a consolidar el proceso formativo pertinente frente al desarrollo de saberes socialmente productivos que lleven a mejorar la calidad y eficiencia en el desempeño del trabajador en el puesto de trabajo, mostrando capacidad de ser resolutivos en su vida diaria sobrepasando la mera definición de tareas y tener en cuenta las funciones y roles.

Entonces a criterio de García (2013; citado por García y Ortiz, 2016) manifiesta:

“Se identifica la competencia como: la integración holística de conocimientos, habilidades, valores, actitudes y destrezas demostradas, en contextos socio- laborales diferentes y cambiantes, poniendo en práctica las experiencias y los principios básicos, saber, saber hacer, saber ser, saber emprender, saber compartir y vivir en colectivo, académico, laboral y social” (p.4).

 El gran compromiso de las instituciones educativas de formación técnica, debe centrar su interés en la formación integral de personas para que sean capaces de realizar tareas específicas y colaboren de manera eficiente en una organización; para ello las competencias laborales generales son cada vez más demandadas y van mucho más allá de un título académico, ya que exigen a la persona tener dominio de habilidades para comprenderse así mismo , valorando sus potencialidades desde el libre desarrollo de la personalidad, interacción con los demás desde la responsabilidad y corresponsabilidad, como también de identidad, visión, iniciativa, proactividad entre otras acciones necesarias para demostrar compromiso laboral.

El papel de las instituciones educativas para el trabajo y desarrollo humano  en san Vicente del Caguán.

Actualmente Colombia  y particularmente el Municipio de San Vicente del Caguán Caquetá, vive en un proceso de desmovilización, con programas de reintegración social, en donde estas personas logran vincularse y reingresar a la sociedad civil, a través de diferentes medios y uno de ellos es la inclusión laboral. Se espera que este escenario de postconflicto aporte nuevos elementos contribuyendo a la estabilidad social de los mismos y al incremento de la productividad del país.

Al respecto Herrera y Jaramillo (2016), mencionan, dentro de los diálogos entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno Colombiano iniciadas en el 2012, se hace necesario comprender los principales desafíos para la adaptación al derecho al trabajo como factor de construcción de paz (p.5). Por ende, comprender dichos desafíos que en el marco de las negociaciones de paz para una institución educativa de formación para el trabajo y desarrollo humano, facilita el compromiso desde la responsabilidad y corresponsabilidad para causar impacto directo en el desarrollo personal, familiar, educativo, productivo y comunitario de esta población, que se integra nuevamente a la vida social. Para Pérez (2016):

“La reaparición de un número significativo de conflictos, recientemente, sugiere que las estrategias -entre ellas, la educativa- no está sirviendo para asegurar una paz duradera como fue el caso de países como Sierra Leon y Liberia, pero por otro lado hay experiencias exitosas como fue el caso de Bosnia, Herzegovia y el Salvador que han logrado mantener la paz duradera un largo tiempo(p.2).

Firmado el acuerdo de paz, cesa el conflicto armado y por consiguiente, se inicia el restablecimiento de la paz. Por eso cualquier situación de postconflicto, si no se maneja adecuadamente es sumamente riesgosa: existe la posibilidad de que el conflicto vuelva a emerger. No Hay duda que la educación puede ayudar a reducir polarizaciones económicas, sociales y étnicas, promover el crecimiento y desarrollo equitativo y, construir una cultura de dialogo en vez de una de violencia. Asegurar que las escuelas, comunidad educativa y los sistemas educativos tengan un papel constructivo que requiere un gran reconocimiento de la manera como los conflictos afecta los sistemas educativos.

En este sentido Martínez (2015) dice, la perspectiva de la firma de un acuerdo de paz en Colombia plantea grandes retos para las políticas de posconflicto. Uno de ellos atañe al rol del sector educativo en la reintegración de los desmovilizados (p.2). La educación es crucial para desarrollar la cultura de paz y de reconciliación en Colombia, como también imprescindible para una exitosa inserción económica y social de los desmovilizados ya que abre oportunidades laborales, en las que esta población pueda desempeñarse en igualdad de oportunidades en desempeños y competencias requeridas para ser exitosos en el ámbito laboral y perspectiva profesional.

Sepúlveda, Moreno, Tovar, Franco y Villarrago (2015), enfatizan que:

Es necesario comprender la importancia y alcance de la inclusión laboral y su relevancia dentro de la sociedad, especialmente con los más desfavorecidos, enmarcados dentro de un proceso más amplio que es la inserción social. En la medida en que el trabajo constituye un factor de integración social, debe entenderse la inserción laboral desde dos aspectos: como un fin y un medio en sí mismo” (p.10).

Para enfrentar los nuevos retos que deberán asumir las instituciones educativas en un escenario de postconflicto, es apostarle a una formación para la inserción laboral, bajo lineamientos de competencias solidas apropiadas para el desarrollo del mercado laboral; no solo para el ingreso a las empresas, sino también a generar iniciativas de emprendimiento, que permita consolidar proyectos de vida estables y de beneficio común.

En efecto Vecino (2015; citado por Hernández, 2016) sostiene:

“La inclusión social en las empresas, como estrategia para cerrar las brechas emocionales y económicas de quienes han padecido el rigor de la violencia, obliga a establecer modelos de gerenciales orientados a interpretar la productividad desde un enfoque mucho más participativo e incluyente(p.9)

Las organizaciones empresariales influyen directamente en el funcionamiento del país y en sus habitantes, impactan en los indicadores económicos y en la realidad socio-económica de los mismos; por ello es de vital importancia la participación de las organizaciones en el postconflicto y el papel que estas tendrán que cumplir para fortalecer y garantizar en la búsqueda de condiciones más dignas y de interacción social de las personas que se incorporan a la vida civil para servir con responsabilidad social. Por otro lado Gil (2016) manifiesta que:

Es necesario materializar el derecho fundamental al trabajo de los excombatientes para que se fortalezcan como miembros útiles dentro de la sociedad durante el postconflicto. De lo contrario, la insatisfacción de las exceptivas laborales a partir de las cuales los excombatientes pretendían construir su proyecto de vida, conllevarían a la reincorporación en actividades ilegales o en dependencia económica del estado(p.3).

Para materializar ese derecho fundamental también es claro, que quienes forman a los futuros empleados, requieren que estos al incorporarse a las empresas estén altamente calificados y cualificados en actitudes académicas, técnicas y ciudadanas para desempeñarse cabalmente en la opción ocupacional para la cual fueron formados y certificados, favoreciendo el derecho a la igualdad y oportunidad laboral como miembros activos de sociedad en el que puede ejercer plenamente sus derechos.

A su vez Hernández (2016), considera el papel de las organizaciones en los procesos de inclusión social, tiene una responsabilidad ética y social, debe ser un deber moral en la construcción de mecanismos que garantice la inserción de los actores del conflicto al mundo laboral (p.9). En efecto, las empresas debe adaptar sus proceso actuales e incluso incorporar acciones para crear escenarios de reintegración creando cultura de cooperación y reconciliación, garantizando ambientes laboralmente sanos y productivos.

Por tanto, Martínez (2015) afirma que:

“Debido a estas características, los desmovilizados en el postconflicto requieren importantes inversiones financieras y en capital humano (educación, desarrollo de habilidades socio-emocionales para el trabajo, competencias ciudadanas, programas de inserción laboral) con el fin de que puedan incorporase exitosamente en el mercado laboral y en la sociedad(p.10).

Los procesos de educación para la inclusión laboral trasvasan la carga de significados que los trabajadores y desmovilizados han consolidado a lo largo de años en cada uno de los escenarios cotidianos. Cada uno de estos grupos tiene su propia configuración de poder y de mando, modos específicos de trabajar en equipo, de identificar y resolver problemas; trabajadores y excombatientes han de desarrollar sofisticados sistemas simbólicos para darle sentido lo que se considera como fuente de sustento y de transformación social

En consecuencia, comprender la magnitud de retos que deben afrontar las instituciones educativas para el trabajo, se resumen en el ideal de repensar en un currículo que logre responder a las necesidades formativas del entorno desde la mirada trascendental del postconflicto. Como dice Asprilla (2017) el currículo debe girar en torno a las personas, como individuos y colectividad de individuos que aunque puedan presentar situaciones similares, hay en ellos una significativa heterogeneidad de aprendizajes, para lo cual se requiere un proceso social, participativo y solidario (p.82). En consecuencia el currículo debe posibilitar aprender hacer, y a convivir desde procesos de información y actualización para responder a sociedades y situaciones cambiantes.

Las instituciones educativas tienen un gran compromiso: formar profesionales conocedores de sus necesidades, con competencias en la solución de los problemas de los productores, sensibles a los contextos sociales donde trabajan y promotores del desarrollo sustentable del país desde los puntos de vista social, ambiental y económico. Es decir, el currículo se construye, en la medida en que propicia oportunidades para que las personas desarrollen y amplíen destrezas en diversos ámbitos, aumenten y mejoren capacidad de decidir por sí mismos, evaluar y discernir, expresarse libremente y de capacitarse para examinar posibles opciones de acuerdo con sus propias experiencias, expectativas y necesidades, favoreciendo su integración con procesos más amplios de desarrollo

Al respecto Hoyos y Cabezas (2014) fundamentan que:

Enfocar el sistema educativo en mejorar las competencias, es considerar el nivel de enseñanza durante el proceso formativo, el cual debe estar dirigido a fortalecer el capital humano, con el fin de mejorar la inserción laboral, haciendo posible mayor productividad, mayores salarios y mayor calidad de vida” (p.13).

La formación laboral debería pasar por una muy buena fundamentación académica técnica que ayuden a generar ingresos a fin de cerrar la brecha de la inequidad actualmente existente; más importante aún, a través de la formación ética ayudar al entendimiento de los orígenes sociales del conflicto, sus factores y posibles intervenciones. De esta manera, las instituciones educativas, pueden asociarse con empresas a fin de identificar vacíos y habilidades de los egresados y de este modo desarrollar estrategias para participar en programas de formación complementaria que permita mejorar las empleabilidad de los jóvenes.

 Rol del docente.

Mantener efectividad durante el proceso de enseñanza y aprendizaje para la proyección al postconflicto, en relación a la formación laboral de las personas que han participado de un conflicto o se sitúan como víctimas del mismo requiere de grandes cambios que particularmente se centran en el papel del docente, quien es uno de los responsables de dichas transformaciones. En tal sentido, Useche y Padilla (2016) afirman:

Es importante el rol de los educadores en este proceso, entendiendo que son intermediarios del conocimiento que se imparte a los estudiantes. El nivel de tolerancia y respeto infundido es trascendental, pues son los principales orientadores de los estudiantes y mediadores del conocimiento que ellos adquieren, por eso, es necesario que conozcan y entiendan acerca del tema del postconflicto para poder actuar de acuerdo a la nueva dinámica que en un futuro próximo se pueda dar en Colombia (p.13)

El docente debe tener una convicción de la formación de sus estudiantes desde una dimensión de proyección al postconflicto, su naturaleza , implicaciones y propósitos fundamentales en la reconstrucción del tejido social de las personas que se incorporan nuevamente a la vida civil y la interacción de estas en el ámbito educativo y laboral, donde diferentes actores también deben ser formados para la aceptación, la reconciliación, respeto, tolerancia, entre otros que favorezcan la convivencia, la comunicación asertiva y la integralidad de valores morales, cívicos y personales para todos.

Ramírez y Ramírez (2015) afirman, el maestro para el posconflicto entiende la dinámica de las estrategias didácticas de aprendizaje; generando la cultura del respeto por el otro y lo otro; convertir su actuar en modelo y ejemplo de vida para todos los ciudadanos (p.8). Es decir, que la educación hacia la formación laboral implica acción por parte del docente sobre el estudiante, desde una posición premeditada y sistemática, en el que trata de organizar el contexto en el que se produce la enseñanza, favoreciendo el proceso formativo de los educandos en el que se desarrollan y se desarrollaran aprendizajes para el alcance de competencias y desempeños deseados.

A su vez, se debe prevalecer educadores -emocionalmente inteligentes- que puedan cumplir el reto en el caso del postconflicto, de educar a sus estudiantes con un liderazgo democrático; que a través de sus experiencias, puedan enseñar a reconocer, controlar y respetar respetuosamente y claramente sus emociones. Según Pérez (2016), la educación para un aprendizaje social y emocional, entendida como el desarrollo planificado y sistemático de habilidades de autoconocimiento, autocontrol, empatía, comunicación e interrelación (pág. 9). En este sentido, en un periodo de posconflicto o de proyección al mismo, el manejo de las emociones por parte de los docentes es clave fundamental para poder comprender las de sus estudiantes y no llegar a la afectación de la susceptibilidad que de cierto modo lleve a la generación de conflictos en el proceso de aprendizaje y afecten la dinámica del papel de transformación social de las personas en la interacción en la vida civil.

Hablar de competencias requeridas para los docentes en proyección al postconflicto, tienen su fundamento en las habilidades y destrezas que deben poseer estos actores tanto en su enseñanza como en la instauración del aprendizaje. Por tanto Ramírez y Ramírez (2016) afirman que:

“Se debe contar con docentes con altos estándares de sensibilidad y creatividad, capaces de formar a sus alumnos de cara a los cambios y retos que impone la sociedad actual; se sugiere un docente que genere espacios de discusión, en los que se llegue a acuerdos respetuosos y consensuados, concretando la solución de conflictos y diferencias basados en el entendimiento de las costumbres, las tradiciones y normas de pueblos y comunidades sin consideraciones de raza, credo, condición social u orientación sexual” (p.7).

Los altos estándares de sensibilidad y creatividad, permitirá en el docente el reconocimiento del otro-su estudiante- y el papel de responsabilidad y corresponsabilidad que tiene frente al mismo en su proyección socioeducativa. Por ello es fundamental que el docente procese información que proviene del entorno en el que se encuentra y prevalezca los temas de interés social: la formación en valores, principios y virtudes, con humanismo, sensibilidad y gran servicio comunitario garantizando que las desigualdades del pueblo colombiano se reduzcan y se logre esperanza en los ciudadanos.

Las competencias que requiere un docente para enfrentarse a las características del postconflicto en el que debe conducir con calidad los procesos de enseñanza-aprendizaje, se sitúan en aquellas que permitan asegurar el acceso a la cultura universal a todas las personas en igualdad de condiciones y formas que le lleven a formar seres humanos más participativos en el entorno familiar, educativo, publico, social, natural, entre otros. En tal sentido Osorio (2016) argumenta:

La sociedad que queremos exigirá de nuestros docentes enfrentarse a situaciones cada vez más complejas y por tanto un poco más difíciles de solucionar. La sociedad de la paz, trae consigo la eliminación de barreras que propician la discriminación y exclusión. Se trata hoy de permitir la participación, en el aula, de los grupos con alta diversidad cultural y heterogeneidad que asisten a la escuela y a su vez generan nuevas necesidades de aprendizaje” (p.7)

Esta diversidad cultural y también ideológica propiciada por los conflictos internos y externos desde lo regional y nacional, lleva a que el docente en la formación laboral este altamente competente para saber comprender las particularidades de aprendizaje y dificultades del mismo en sus estudiantes, para saber conducirlos al reconocimiento de la realidad del país en vía de desarrollo, insertado en un mundo cada vez más globalizado que exige altos niveles de innovación en las prácticas laborales que están marcadas por mercados de alta competitividad.

Así mismo, sabiendo el papel que ocupa el docente en la sociedad en la transformación social, en el postconflicto jugara un papel transcendental en la medida que acompañe el proceso de construcción de una cultura de paz y en la reconstrucción del tejido social de los estudiantes y sus familias. Frente a lo anterior Ramírez y Ramírez (2016) argumentan que:

“En este contexto, el docente para el posconflicto estará conectado con la sociedad del conocimiento y formado en competencias propias para: la resolución de conflictos, las tareas sociales, el liderazgo comunitario y la sensibilidad social. Trabajará en forma colaborativa, articulando el proyecto de convivencia y reconciliación sostenible a los derechos humanos y al cumplimiento de los deberes constitucionales” (p.15)

Las apuestas que tiene el docente en la formación laboral, no solo está centrado en la productividad y desarrollo, también debe posibilitar un espacio  para ofrecer soluciones a los problemas sociales del país, por medio de la cual los estudiantes tengan claro de qué manera contribuir con una convivencia en paz y sostenible en el tiempo, como también hacer respetar los Derechos Humanos, el respeto por el medio ambiente y el descubrimiento de sus talentos y habilidades para la consolidación de proyectos de vida que les permita a las personas mejor calidad de vida en cuanto al mundo laboral y sociopolítico en el entorno que está inmerso.

El papel fundamental de todo docente está en su facultad para diseñar estrategias didácticas y pedagógicas que permitan interiorizar en los aprendizajes de los estudiantes una diversidad de competencias y desempeños que estos requerirán para enfrentarse a los grandes retos de la sociedad tanto en el presente como a futuro, en donde la persona debe actuar desde un liderazgo dinámico para responder y satisfacer las necesidades propias, familiares, comunitarias y del entorno. De esta manera, en proyección al postconflicto, la formación de competencias que se debe impartir en la dimensión laboral, según Camargo y Rojas (2016) debe iniciar con:

“El tema de la formación para la memorización, el perdón y la resiliencia, estos se relaciona con la línea de saber educativo, pedagógico y didáctico, y se enfoca particularmente en el tema de estrategias pedagógicas para la paz y la reconciliación, por cuanto se propende a construir una propuesta pedagógica en el aula que contribuya a la consolidación de procesos de reconciliación, inclusión y formación para el post conflicto” (p.9).

El aprendizaje de las personas en el postconflicto debe girar en el desarrollo de competencias fundamentales para la paz y la reconciliación como primera instancia que facilitara el desarrollo posterior de las demás competencias requeridas para la formación laboral y que sin lugar a dudas serán la base para pensar que es posible mejorar la convivencia ciudadana en todo el país, prevaleciendo la reconstrucción del tejido social desde el impacto positivo que debe marcar a las personas para interactuar socio-económicamente en la región desde el marco la igualdad y oportunidad para la consolidación de proyectos de vida realmente pertinentes.

Frente a lo anterior, el papel de aceptación de hechos cometidos en situaciones de conflicto, tanto para quienes han estados inmersos en el o quienes han sido víctimas del mismo en la perspectiva de la reconciliación, fundamenta que tanto en el entorno formativo y laboral, se precisen acciones encaminadas al respeto, la tolerancia, la comunicación asertiva, igualdad de oportunidades, entre otros valores, que son claves en el trabajo. Motivo por el cual, Cristancho y Buitrago (2018) afirman que los empresarios colombianos tienen en cuenta para emplear un individuo condiciones personales que se relacionan con compe­tencias fundamentales, como el comportamiento ético y sus capacidades para comuni­carse, el trabajo en equipo y el manejo de recursos e información (p.17). Es decir, los valores personales y sociales se constituyen en una de las dimensiones que se requieren para poder desempeñarse cabalmente en el entorno laboral, no solo basta con poseer actitudes, habilidades y destrezas en un oficio particular dentro de la innovación y la competitividad, sino también la capacidad de mantener relaciones personales e interpersonales para alcanzar el éxito en una empresa o en situaciones de emprendimiento social u productivo.

Consecuentemente, Arboleda (2015) sostiene que:

“ No se trata de construcciones del conocimiento en virtud de las cuales el sujeto, partiendo del contexto, incluido su ámbito personal cognitivo, social y actitudinal, forma estructuras significativas que incluyen nuevos saberes, sino que además dinamiza en éste la formación de estructuras cognitivo operativas, afectivas, social y ambientalmente sensibles en una dinámica interestructurante” (p.4).

La integralidad de competencias en la formación es la que determina mejores niveles de desempeño de las personas en la inserción laboral. Es decir, en la enseñanza y aprendizaje no se puede separar o fragmentar competencias, se debe por el contrario garantizar aspectos básicos de cada una dentro de la gama de saberes técnicos con los que se forman a los futuros empleados; más aún en proyección al postconflicto la diversidad de competencias debe situar a la persona en el reconocimiento de su entorno, un espacio en el que es posible vivir y construir un proyecto de vida en armonía social, prevaleciendo intereses personales y comunitarios y el bien común entre sus semejantes.

Cristancho y Buitrago (2018) establecen el bienestar psicosocial, ciudadanía activa -reconocerse como sujeto de derecho y evitar procesos de autoexclusión- ,asumir principios democráticos, desarrollo de competencias básicas -bilingüismo y manejo de nuevas tecnologías- como posibilidades al acceso y permanencia en entornos productivos (p.15). Por consiguiente, el bienestar psicosocial en el postconflicto se convierte en uno de los pilares para generar aprendizajes significativos en el desarrollo de competencias básicas, ciudadanas, específicas y generales, que a su vez permitan a la persona crecer en ámbitos de una sociedad democrática y estar en capacidad para responder a las exigencias del mundo de la globalización de manera pertinente.

CONCLUSIÓNES

Se comprende que el desempeño laboral está fundamentado en la práctica frente a un campo de acción en donde la persona interactúa en función de las habilidades, destrezas y competencias para responder satisfactoriamente a una tarea específica. De modo que se constituye como uno de los principales objetivos de la formación laboral para el trabajo y desarrollo humano efectividad tanto en la enseñanza como en el aprendizaje, fundamentados desde la eficiencia-garantizar un aprendizaje de calidad- que le permita a la persona alcanzar valiosos estándares laborales para desempeñarse eficazmente.

Las competencias laborales que se desarrollen en la persona describen su comportamiento en función de sus desempeños frente al perfil ocupacional al cual se ha preparado. Por esta razón las competencias desde el desarrollo de capacidades ha de favorecer una formación integral de la persona desde la estandarización entre mundo laboral y educativo garantizando la empleabilidad y adaptación a espacios laborales cambiantes que exige capital humano competitivo en el desarrollo socio-económico que el país necesita.

La educación es crucial para desarrollar la cultura de paz y de reconciliación en Colombia, como también imprescindible para una exitosa inserción económica y social de los desmovilizados ya que abre oportunidades laborales, para desempeñarse en igualdad de oportunidades en desempeños y competencias. En esta perspectiva los nuevos retos que deberán asumir las instituciones educativas para el trabajo y desarrollo humano en un escenario de postconflicto, es apostarle a una formación para la inserción laboral, bajo lineamientos de competencias solidas apropiadas para el desarrollo del mercado laboral; no solo para el ingreso a las empresas, sino también a generar ingresos desde iniciativas de emprendimiento, que permita consolidar proyectos de vida estables y de beneficio común.

El docente debe tener una convicción de la formación de sus estudiantes desde una dimensión de proyección al postconflicto, su naturaleza , implicaciones y propósitos fundamentales en la reconstrucción del tejido social de las personas que se incorporan nuevamente a la vida civil y la interacción de estas en el ámbito educativo y laboral, donde diferentes actores también deben ser formados para la aceptación, la reconciliación, respeto, tolerancia, entre otros que favorezcan la convivencia, la comunicación asertiva y la integralidad de valores morales, cívicos y personales para todos; para ello, el docente ha de poseer altos estándares de sensibilidad y creatividad, permita el reconocimiento del otro-su estudiante- y el papel de responsabilidad y corresponsabilidad que tiene frente al mismo en su proyección socioeducativa.

Hoy en día, es tan fundamental centrase en la formación saber ser y convivir, antes del saber hacer, pues se necesita formar para la vida, transcendiendo a la persona como parte importante de la familia, de la sociedad, de un nuevo país en la dinamización del acceso al conocimiento para la superación personal y social con mejores niveles de vida. Considerar estos aspectos en los procesos de enseñanza y aprendizaje daría mejores niveles de garantía dentro de la formación laboral en una dimensión holística sobre las bases fundamentales de adquisición de conocimientos, habilidades, destrezas, entre otras que se configuran desde el desarrollo de competencias que le permitan a la persona un nivel de desempeño no solo en un orden laboral sino también de interacción social.

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Semblanza Autores:

[1] Candidato a PhD en Educación. Unievrsidad Bajo California de Mexico. Magister en Educación, Unievrsidad Católica de Oriente, Rionegro-Antioquia (Colombia). Docente-Tutor Secretaria de Educación del Caqueta. Celular: 3138126679. Correo electronico: campohermoso12@hotmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1618-7813

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